Alguna vez juré no regalar nunca más mi corazón, apreciarlo,
valorarlo, elevar su costo y ofertar caro, bajo el régimen más alto, decidí
nunca malbaratarlo por ser doloroso, sabía que a quien le entregaba una acción hiciere
lo que hiciere fluctuaría en mi ánimo, en mi estabilidad, cargaría el dolor de
sus preocupaciones y reiría con el amor de su calidez.
Decidí nunca regalar el más preciado condominio de mi cuerpo
para evitar la sobrepoblación, para evitar la guerra por la colonización, para limpiar
la polución que algunos inquilinos osaron dejar, repintar las zonas grises y
llenar de flores donde inhumanamente quemaron sin piedad…
Decidí el nunca jamás, para repetir él siempre lo mismo, que
puedo hacer el valor del inmueble se
debe a la riqueza mundana del día a día que alborota y energiza todo mi ser y
me recuerdan que sigo siendo frágil y humana…