jueves, 31 de julio de 2014

Condominio



Alguna vez juré no regalar nunca más mi corazón, apreciarlo, valorarlo, elevar su costo y ofertar caro, bajo el régimen más alto, decidí nunca malbaratarlo por ser doloroso, sabía que a quien le entregaba una acción hiciere lo que hiciere fluctuaría en mi ánimo, en mi estabilidad, cargaría el dolor de sus preocupaciones y reiría con el amor de su calidez.

Decidí nunca regalar el más preciado condominio de mi cuerpo para evitar la sobrepoblación, para evitar la guerra por la colonización, para limpiar la polución que algunos inquilinos osaron dejar, repintar las zonas grises y llenar de flores donde inhumanamente quemaron sin piedad…

Decidí el nunca jamás, para repetir él siempre lo mismo, que puedo hacer  el valor del inmueble se debe a la riqueza mundana del día a día que alborota y energiza todo mi ser y me recuerdan que sigo siendo frágil y humana…

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